domingo, 20 de septiembre de 2015

LAS SETAS QUE CONVIRTIERON A CLAUDIO EN UN DIOS

El emperador Claudio fue famoso por sus despistes (después de mandar matar a Mesalina se sentó a la mesa al día siguiente y preguntó por ella), sus aciertos de gobierno (decretó que si un amo no cuidaba a su esclavo cuando estuviese enfermo, el esclavo si sobrevivía sería declarado libre) y sus disparates (una vez quiso decretar que se podía eructar y ventosear en su mesa)  y  sus obras públicas (el puerto de Ostia). También fue terriblemente cruel (le gustaba acudir a ejecuciones y disfrutaba con los combates de gladiadores) y se dejaba llevar por la gula y las borracheras.
Pero pasó también a la historia por sus asuntos familiares. Sus dos esposas, Mesalina y Agripina son famosas, la primera por su ninfomanía y la segunda por envenenar al emperador y poner en el trono a su hijo Nerón. Y es que Claudio, siempre fue gobernado por las mujeres, siendo no solo el mayor cornudo de Roma sino también el mayor de los calzonazos del imperio.
Se casó con Mesalina, que pertenecía a una familia patricia venida a menos, siendo este el tercer matrimonio del emperador. Pero ella, pronto comenzó a gobernar el palacio del Palatino a su antojo. Una vez se encerró en el Palatino con  un conocido actor y se organizó un gran revuelo en Roma por haber dejado a la plebe sin su actor favorito.
Llegó a ejercer de prostituta con el apodo de “licisca” (la mujer loba) en el barrio popular de Subura. Y es bien conocida la anécdota de cuando desafió a una popular ramera para ver con cuántos hombres podría acostarse una noche. Claudio la mayor parte de las veces ni estaba en el palacio del Palatino ni en Roma. Es más, ella aprovechó una ausencia para casarse con Cayo Silio y había rumores de que iba a convertirlo en el nuevo emperador. Al saberlo, Claudio huyó al campamento de los pretorianos preguntando a cuantos encontraba en su camino si era todavía emperador. No le quedó más remedio que matar a Silio, parece ser que no le molestaban los cuernos sino que le preocupaba que le pudiese destronar.
El dominio de Mesalina fue tal que se rodeó de libertos que gobernaban en palacio y mantenían su poder sobre Claudio. Incluso en connivencia con ellos se encargó de convencer a su esposo de que matase a unos cuantos enemigos aprovechando que Claudio se comportaba como un estúpido y era fácil de engañar.
Mesalina y sus hijos
Su final fue trágico puesto que Claudio se cansó de sus desmanes. Pero ella se resistió hasta el último momento, incluso cuando Claudio le invitó a que se suicidase, como solo se hizo un rasguño con la espada, el soldado que la esperaba la tuvo que degollar.
Después de tan desastroso matrimonio Claudio pidió a sus soldados que si se volvía a casar que le matasen.
Pero apareció la bella Agripina y sedujo a Claudio aprovechando que era su sobrina para acceder a él. Claudio ya sólo pensaba en desposarla.
Para ello el emperador tuvo que decretar en el senado que los tíos podían casarse con sus sobrinas, porque hasta ese momento estaba prohibido por considerarlo una relación incestuosa.
Desde el primer momento, Agripina, que tenía un hijo de su primer matrimonio llamado Nerón, se empeñó en que heredase el imperio. Se cuenta que cuando Nerón nació le advirtieron que aquel niño sería emperador y además parricida, ella exclamó al saberlo: “que me mate, con tal de que reine”. Y así sucedió.
Agripina se convirtió pronto en la segunda Mesalina. Primero consiguió matar a todos los yernos de Claudio, luego que Claudio adoptase a su hijo Nerón. Después casó a Nerón con la hija de Claudio, llamada Claudia Octavia; para que no fuese un matrimonio entre hermanos, cosa que estaba prohibido, Claudia Octavia tuvo que ser adoptada por otra familia.
Le fue fácil que Claudio nombrase a su hijo heredero, a pesar de que Claudio tenía ya un hijo varón llamado Germánico que aventajaba en edad y formación al joven Nerón al que ni siquiera le habían otorgado la túnica viril.
Germánico, el hijo que Claudio había tenido con Mesalina, vivía entonces alejado de la corte. Agripina incluso había hecho correr el rumor de que era epiléptico y loco, y cualquiera que tuviese amistad con Germánico lo mandaba asesinar.
Al final Claudio mostraba ya arrepentimientos por haberse casado con Agripina, y le hizo a su hijo Germánico la promesa de: El que ha hecho la herida la curará.
Agripina no tuvo más remedio que matar a Claudio antes de que arrepentido proclamase a Germánico su heredero. Primero se deshizo de Narciso, el liberto de Claudio y que estaba siempre atento para que no le envenenaran, enviándole a Campania con la excusa de que tomase unas aguas para mitigar su gota. Luego llamó a una envenenadora llamada Lucusta para que le diese un veneno infalible para poner en una seta. Como Agripina sabía que Claudio era un glotón, le sirvió una bandeja de setas y sólo envenenó la más grande sabiendo que sería la primera que comería. Ella, para que él no sospechase se dispuso a comer de la misma bandeja las otras setas. Como Claudio además era muy aficionado a la bebida esa noche, como era su costumbre se emborrachó, así que cuando se lo llevaron en una camilla en realidad pensaban que estaba borracho.

Agripina coronando a su hijo Nerón
Entre Agripina y Nerón ocultaron su muerte varios días. Incluso llamaron a sus cómicos favoritos al palacio para fingir que Claudio estaba vivo.
Cuando Nerón se convirtió en emperador dijo una frase que quedó para la historia: las setas debían de considerarse comida de los dioses puesto que por medio de las setas se había convertido Claudio en un Dios.

Mató acto seguido a Germánico y a sus hermanas. Lo demás es harto conocido. 

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