domingo, 27 de septiembre de 2015

LA HISTORIA DE LOS SAMARITANOS. TRES MIL AÑOS DE OBSTINACIÓN



En el año 929 a.C, los judíos que ocupaban la zona del norte de Israel decidieron rebelarse contra el rey Roboam, el hijo de Salomón. Seguían siendo judíos, pero desde el año 875 a. C. que deciden que la capital sea Samaria, se les conocerá como los “Samaritanos”.
Forman parte del pueblo hebreo, sus tierras se las entregó Moisés a Manasés y Efrain, los hijos de Jose; entre los dos hermanos juntaban una amplia y fértil extensión que iba desde lo que hoy son los altos del Golán hasta el Mediterráneo. Pero a partir del año 875 a.C. ya no se consideraron parte del pueblo judío. 
El problema entre los samaritanos y los judíos comenzó por un asunto de impuestos. El rey Roboam no quiso abolir los altos impuestos que su padre Salomón impuso a las tribus de Manasés y Efraín. Así que a partir de ese momento los samaritanos nombraron su propio rey.
                                          Jacob bendice a Efrain y Manases. Manuscrito hebreo-catalán.

Luego comenzaron más desavenencias. Los samaritanos tenían su ley escrita en arameo y no en hebreo. Al ser una ley escrita, ya no dependían de la tradición oral de la Torá de Jerusalén. Luego vino la capital religiosa, su Pascua no se celebraría nunca más en Jerusalén sino en su monte sagrado, el monte Garizim.
Ley propia, capital propia, reyes propios y lengua diferenciada de los judíos del Sur, que formaban parte del reino de Judá.
En realidad les unían más cosas que las que les separaban. La Torá de los samaritanos es prácticamente la misma que la de los judíos, y muchos de los judíos de la antigüedad hablaban arameo en vez de hebreo (el mismo Jesús usaba esa lengua), y el monte Garizim también se considera sagrado en el Pentateuco.
La reacción de los judíos contra los samaritanos no se hizo de esperar, los consideraron a partir de ese momento como una secta, y bien conocido era su odio hacia ellos. Los cristianos recogerían más tarde ese odio en la parábola del buen samaritano. Hoy en día no ha variado su estatus dentro de Israel.
Su historia siempre fue paralela a la de los judíos. En la antigüedad sufrieron la deportación a Babilonia, las conquistas de Alejandro Magno, la de los Ptolomeos, la conquista de Roma y las persecuciones de los Bizantinos hacia los judíos.
Sin embargo su historia difiere de ellos en varios aspectos. Su templo no fue arrasado por los romanos y no sufrieron la diáspora judía. Se quedaron en su tierra obstinadamente. Tres mil años habitando su pedazo de tierra, que en realidad era la tierra prometida. Ni siquiera variaron sus costumbres, incluso tenían prohibido casarse con ningún miembro que no fuera samaritano.


Ello les condenó a sufrir endogamia y un gran problema demográfico, lo que le ocurre a todas las naciones encerradas en sí misma. Hoy según el último  censo sólo están formados por 700 habitantes, y hubo momentos en su historia que solo llegaron a 150 miembros. Sin duda son el paraíso de los genetistas de todo el mundo, que saben que su ADN contiene la pureza de la raza con la que sueñan tantas y tantas naciones.

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