Altes Museum. Foto de Louis le Grand |
Ella siguió la costumbre de los Ptolomeos, una doble
representación: estatuas siguiendo la iconografía egipcia (para contentar al
pueblo que vivía en los nomos), y en
segundo lugar están las estatuas y monedas de pura tradición helenística (destinadas
para los macedonios y griegos de Alejandría).
Para el viejo país del Nilo, se hizo retratar como la
primera sacerdotisa de Isis, que era el papel que tenía la esposa del faraón.
Un ejemplo muy hermoso y monumental puede verse en los pilonos del templo de Dendera, donde Cleopatra aparece retratada con
su hijo Cesarión
Cleopatra y Cesarión templo de Dendera |
Su rostro no es un retrato en sí, sino que se ajusta al
canon de los bajo relieves egipcios (podría ser Cleopatra, Nefertari o una
Hatshepsut sin barba)
Sin embargo son más
interesantes los retratos helenísticos de la reina, sobre todo aquellos que
pasan por verdaderos, que son tres:
1.
La Cleopatra
del Museo de Antigüedades de Berlín. Es la que aparece en la portada del blog y está en el Altes Museum.
2.
Busto del Museo
del Vaticano- del cual en la exposición hay una copia, un vaciado en yeso, que pueden ver en la exposición al entrar. Se parece bastante a la foto de la portada del blog, salvo que no puede verse la nariz porque la ha perdido.
3.
Una Cleopatra
de una colección particular de Londres.
No los busquen, por desgracia, ninguno de ellos forma parte
de la exposición, sal vo la copia en yeso. Sin embargo la exposición del Canal ha reunido 8 bustos que
asegura ser retratos de Cleopatra:
El primero es un retrato elaborado en piedra caliza que
viene directamente del museo de Hermitage de San Petersburgo. Es una pequeña
cabeza con bucles (parece una peluca) y con las cuencas de los ojos vacías,
destinadas para unos ojos vidriados que se han perdido con el tiempo. Podría
ser Cleopatra o cualquier otra reina Ptolemaica, por ejemplo a hermana mayor de
Cleopatra, llamada Berenice, que se autoproclamó reina en el año 58 a.C. Lo
extraño de este retrato es que no lleva el peinado de moda en ese momento,
llamado “melón”. Pero podría ser ella, a las mujeres siempre nos ha gustado
variar.
El segundo retrato es una hermosa cabeza que procede del
museo de Brooklyn. De todos es el que tiene un óvalo más redondo pero tiene una
expresión triste, tal vez debido a que las cuencas de sus ojos también están
vacías. No coincide con la imagen de delgaducha que tenía Cleopatra, pero tal
vez se hizo en una época de su vida que estaba más pletórica. Si es ella, hay
que decir a su favor, que unos pocos quilos le sentaban muy bien.
Después nos encontramos con una vitrina que reúne en fila
otros seis bustos de Cleopatra, que los organizadores dan por verdaderos, pero
que no se parecen entre sí:
Cuatro de ellos son de François Antonovich, el coleccionista de antigüedades
francés y habitual de las subastas de arte de Christies. De estos, el mejor
conservado es uno que lleva un tocado de plumas de buitre. Lo reconocerán
porque Cleopatra tiene un rostro afiladísimo, con una barbilla muy picuda, y
conserva una nariz que es delgada y muy larga. Si quieren que les diga la
verdad, recuerda a esos retratos de la corte de Akenatón que parecen
extraterrestres. Tal vez estemos ante el rostro de la degeneración de los
Ptolomeos (una familia con más de doscientos años de incestuosos matrimonios
entre hermanos, tiene que dejar algún huella). No olvidemos que Cleopatra
también era hija de dos hermanos.
Luego está el busto de Eisenberg en el cual los labios son
muy carnosos, muy al estilo de los retratos de Alejandro Magno. No se parece en
nada a las esculturas de Antonovich, la barbilla no es tan afilada y además
tiene unos saludables pómulos.
En ese mismo expositor está el busto de Cleopatra que
pertenece a Clarence Day: conserva un poco la nariz, y pueden verse claramente
los orificios, es una nariz aguileña, que parece coincidir con lo que decía de
ella Plutarco. Por cierto, Marco Antonio también tenía esa famosa nariz
aguileña.
Pero si uno se quiere hacer una idea más precisa de cómo era
Cleopatra, es mejor recurrir a las monedas. Hay una especialmente curiosa: por
la cara Cleopatra y en la cruz Marco Antonio.
La reina, que
compartió con Antonio catorce años de su vida, le permitió aparecer en las
monedas con ella. Supongo que pagó la acuñación, porque es conocido que ella
financiaba tropas de Marco Antonio, como una banquera rica. En realidad, Antonio
era un mantenido en aquella corte. La pareja tenía una magnífica simbiosis:
Cleopatra le entretenía con borracheras y juergas y él aportaba las legiones
que todavía le eran fieles y le otorgaba protección frente a las ambiciones de
Octavio. Cleopatra ya sabía que no había hombre en la tierra que la odiase más
que Octavio, entre otras cosas porque ella se había paseado por Roma con el
hijo que había tenido con Julio César. Bueno, Cicerón tampoco la tenía
simpatía, pero no llegaba al extremo de Octavio, que tenía motivos personales.
En la moneda que hay en la exposición del Canal, ella
aparece con su diadema en la cabeza, que para los macedonios era el símbolo de
la realeza. No podemos decir quién era más feo, Marco Antonio con su robusto
cuello y papada, o Cleopatra, escuchimizada y muy poca cosa. No me puedo
imaginar a esta reina presentándose en Tarsos a Marco Antonio con su traje de
Afrodita (es decir desnuda), en una barca real con todo el boato del lujo
asiático, remontando el río para impresionar a Marco Antonio, que por supuesto,
cayó rendido a sus pies.
Si quieren ver otra de las monedas de Cleopatra, aquí se
harán una idea mejor de cómo debió de ser la reina:
Cleopatra VII tetradrachm Syria mint» de PHGCOM - Own work by uploader, photographed at the British Museum. |
Como el tema tiene miga, otro día hablaré de los amores de
Cleopatra y Marco Antonio. En la exposición se habla muy poco de su romance, y
eso que es una de las historia con más morbo de la antigüedad. No sé cómo Hollywood
no ha hecho una serie de veinte capítulos sobre ellos, reúnen todo: poder,
incestos, asesinatos, traiciones, sexo, lujo, borracheras, desmadres varios.
En la exposición también pueden ver los trajes de la
magnífica película de Mankievicz protagonizada por Elizabeth Taylor. Nadie
mejor que Mankievicz para crear el mito. Por cierto, un director muy habilidoso,
porque hay que recordar que cuando se rodó Cleopatra, todavía Hollywood estaba
bajo el código Hays (el código de censura que se practicó en Hollywood hasta
finales de los 60). En la película Cleopatra parecía una santa al lado de lo
que fue, incluso yo de pequeña quería ser como ella.
Nada más lejos de la realidad, de todos los escritores
romanos, sólo Plutarco nos da una imagen amable de ella. Pero si leen a
Suetonio, a Flavio Josefo, a Apiano, a Cicerón y a Diodoro Sículo, más que una
mujer parecía una harpía. Les daré un aperitivo: asesinó a sus dos hermanos,
hizo que Marco Antonio matase a su hermana menor, traicionó a Marco Antonio
después de la batalla de Actium, trató a los judíos de Alejandría con crueldad,
hizo matar a todos los nobles de Alejandría que se le opusieron, ordenó saqueos
de riquezas para ornamentar su tumba, intentó seducir de forma rastrera a
Octavio y a Herodes, probaba venenos con los esclavos, y un largo etc. de
horrores.
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