domingo, 25 de octubre de 2015

Agatocles, el alfarero que puso en jaque a Cartago con sesenta barcos, cien años antes que Escipión en Africano.

De origen humilde, Agatocles, nació en el año 361. a.C.  en Sicilia. Como un héroe de la antigüedad fue abandonado al nacer por su padre, porque el oráculo de Delfos vaticinó que el niño que iba a nacer acarrearía las más terribles desgracias a Sicilia. Pero la madre rescató al niño abandonado y lo entregó a su hermano para que lo criara. Por supuesto, como en una buena leyenda griega, el niño se convirtió en un apuesto joven y cuando el padre casualmente lo vio en la casa del tío, se quedó admirado y la madre le reveló que era su hijo.
Teatro de Siracusa, Sicilia
                                     
Agatocles de oficio alfarero, pronto se convirtió en amante de  Damas, uno de los notables de Siracusa. Y cuando Damas se murió, Agatocles se casó con la viuda y se quedó con la fortuna de su amante. Con dinero comenzó su carrera militar, en una época en la cual con dinero se podía mantener un ejército. Sus escaramuzas le llevaron a Italia, y más tarde volvió a Sicilia donde había más riquezas. allí combatió contra los cartaginenses hasta que decidió expulsar a la oligarquía que dirigía Siracusa, la ciudad más opulenta de la isla. La tomó prometiendo que iba a restaurar la democracia y mató en un día a 40.000 ciudadanos ricos y la entregó al asalto de las tropas. Lo de restaurar la democracia se le olvidó al momento y se convirtió en tirano, al principio sin llevar la diadema, que era el símbolo de la realeza, y se contentaba con llevar una corona, que era para los siracusanos el símbolo del poder religioso.  
                Entonces se le ocurrió echar a los cartaginenses de Sicilia. En aquel momento Cartago poseía un gran número de colonias en la isla, y su poder era muy superior a cualquier ejército griego de Sicilia, con lo cual no tuvo más remedio que firmar una paz con Amílcar, el gobernador cartaginense. Pero al morir Amílcar las cosas se complicaron, los oligarcas sicilianos que habían sido expulsados por Agatocles pidieron ayuda a los cartaginenes y entonces el puerto de Siracusa fue bloqueado por cincuenta barcos cartaginenses.
Entonces apareció un segundo Amílcar, el hijo de Giscón con un enorme ejército formado además por mercenarios que habían traído de Etruria y honderos Baleares. Los cartaginense fueron implacables y echaron a Agatocles de todas las ciudades salvo de Siracusa donde se refugió después de la batalla de Hímera.
Agatocles ideó una estrategia completamente osada: reunió todo el dinero que pudo de Siracusa, se cuenta que incluso sacó las joyas a las mujeres y separó a las familias llevándose a varios parientes de la familia y dejando a otros con el fin de que la población no se le rebelara. Los metió en sesenta barcos sin decirles a donde iban, burló el bloqueo cartaginés del puerto y desembarcó a los seis días en la costa de Cartago en el 310 a.C.

moneda con el retrato de Agatocles


Escipión el Africano
                












Así comenzaron sus cuatro años de guerra en tierra africana. Nunca un ejército había invadido Cartago, sólo Escipión el Africano se atrevería  con una hazaña semejante cien años después en el 202 a.C. y con un número muy superior de soldados.

El genio militar de Agatocles pasó silenciado a la historia de la humanidad por dos razones, primera, por no ser romano, y la segunda porque no tuvo éxito, aunque en su favor hay que decir que estuvo a punto de conseguirlo.
                Lo primero que hizo cuando vio la costa africana fue enfrentarse a los cartaginenses en la mar. Venció, desembarcó y  se proclamó rey de los siracusanos. Después, engañando a los soldados que estaban atónitos, les dijo que le había prometido a las diosas Deméter y Core que si ganaba la batalla naval quemaría las naves en un honor. Le dio a cada capitán una antorcha y quemó los trirremes, un símbolo que se ha repetido a lo largo de la historia, véase Cortés cuando llegó a México, y que les obligó a vencer o a morir. Entonces comenzó la guerra relámpago y fue conquistando ciudades hasta llegar a Túnez, que tomó ante los ojos asustados de los habitantes de Cartago, que desde sus murallas vieron cómo aquel ridículo ejército invasor estaba conquistando su territorio.     
                Enviaron contra Agatocles a lo mejor de su ejército, un batallón sagrado de tres mil muchachos dirigidos por los sufetes Hannón y Bomílcar. Los cartagineses estaban tan seguros del éxito que llevaban consigo un montón de grilletes para esclavizar a aquellos sicilianos. Inesperadamente Agatocles mató a Hannón y se hizo con la victoria.
Los cartaginenses estaban ahora aterrados, e hicieron algo terrible que solían hacer en los momentos de pánico: sacrificaron a trescientos niños nobles al fuego del dios Moloch. Pero luego descubrieron que los padres habían entregado a hijos ilegítimos y que el sacrificio no había sido efectivo.
Llamaron al general Amílcar Giscon que estaba en Sicilia, pero el general decidió invadir Siracusa pensando que ya que Agatocles estaba en África, le sería más fácil. Un adivino le dijo a Amílcar que al día siguiente cenaría en Siracusa y todo confiado fue a la batalla donde tras la derrota le tomaron prisionero. El adivino no se había equivocado, puesto que no sólo cenó en Siracusa, sino que entre toda la población le torturaron. Cortaron la cabeza de Amílcar y se la llevaron a Agatocles a África, que cabalgó exhibiéndola  frente al ejército de Cartago.
Cuatro años más estuvo conquistando ciudades. Cometió aciertos y errores brutales, y al final traicionó a tantos aliados, familiares y amigos, que más bien puede decirse que no le vencieron los cartaginenses, sino que su propia ambición le llevó a la derrota.
La ciudad de Cartago nunca cayó en sus manos y al final consiguieron echar a aquel ejército de África. Murió, como muchos de los tiranos, asesinado, en este caso por su nieto. Nunca estuvo Sicilia tan cerca de convertirse en un imperio de la antigüedad, y sin duda hubiese cambiado el curso de la historia, como hicieron los romanos cien años más tarde.
Nadie se acuerda hoy de Agatocles. ¿Conocía Escipión el Africano a este hombre cuando convenció al senado romano que la mejor forma de combatir a los cartaginenses era llevando la guerra a África?  


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